"Guillermo Cano escribía el editorial, y eso le costó la muerte": Eduardo Restrepo
Eduardo Restrepo recuerda que el exdirector de El Espectador, su compañero de colegio, era un apasionado por los toros y un admirador de la rejoneadora Conchita Citrón.
Por: Eduardo Restrepo
Foto: Foto de 1940: Guillermo Cano es el primero agachado.
Biografía / Estudios
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duardo Restrepo fue otro compañero de Guillermo Cano en el Gimnasio Moderno. Hoy tiene cáncer y llamó a uno de sus amigos de colegio, al parecer Hernán Uribe, para saber qué recordaba sobre Guillermo.
Y se da cuenta, ahora, de que no recuerda demasiado. Tiene las manos llenas de coágulos gruesos. Está sentado en un canapé, no se puede poner de pie. Tiene boronas sobre la camisa y está rodeado por medicinas de diversos tipos. Tiene una voz gruesa, de fumador. La ventana contigua da hacia la Séptima. Cuando se le pregunta cómo está, responde: "Mal. Pero bueno". (Le puede interesar: 30 años Sin Guillermo Cano).
Hace 70 años. Y o, la verdad, no me acuerdo de nada especial. Éramos unos pocos muchachos. No éramos muchos. Que jugábamos. Que íbamos a clase. Llamé a un amigo y le pregunté: ¿te acuerdas de algo especial, alguna anécdota? No, de ninguno. Uno no podría decir que era el mejor de clase, no, pero no era el peor. Ahí íbamos con notas regulares. Nadie había, que yo me acuerde, éramos doce personas, qué inteligente, qué bruto. Y o le echaba cabeza. Y o era muy amigo de Guillermo, mucho. Estudiábamos juntos. Por lo que él vivía cerquita al gimnasio, en la 72. Yo estaba interno. Me quedaba cerquita para pasar y estudiar para los exámenes. Éramos unos muchachos... En ésa época no había droga, alcohol. Fumábamos mucho. Él fumaba como, y yo fumaba como loco. De ahí que tengo enfisema pulmonar. Fumábamos mucho. Guillermo fumaba como loco. Mucho, mucho, mucho. Y yo parejo. Eso no es para recordar. Qué cosa, Guillermo, cómo fumaba. Ocasionalmente había unos dos o tres que no fumaban. Usted sabe que uno en el colegio, uno hace lo que hacen sus amigos. Uno sabía que la marihuana era una cosa que tenía los presos de Barranquilla En todo el colegio no había nadie que fumara marihuana, nadie. Estoy hablando de hace más de 70 años. Eso no se conocía. Pero fumar sí. Fumábamos Pielroja.
Estudiábamos un poco, jugábamos fútbol, jugábamos básquet, jugábamos cualquier cosa que hubiera por ahí. Pero no me acuerdo, la verdad, de nada, absolutamente nada. De ninguno. Pero es que nosotros no hacíamos nada. Fumar era nuestro vicio. Después yo me gradué, él se fue para El Espectador, y no nos volvimos a ver. Pasados un pocotón de años, un día dijo yo hombre voy a visitar a Guillermo. Y fui a El Espectador. Nos emocionó mucho; hola, cómo te va, hola, cómo te va. No teníamos de qué hablar. No sabía si era casado. Yo no sabía si era casado. Si tenía hijos.
La verdad es que es muy dificil encontrar anécdotas. En el Gimnasio éramos como muy apaciguados. No había campeón de nada. En el Gimnasio, brillábamos por ser unos pendejos. ¿Anécdotas? Tal vez uno en cuarto Oebachillerato llegó borracho, vomitando, y lo expulsaron. Eso era excepcional. Hoy en día todos, en la universidad, llegan con guayabo porque había tomado mucho trago. En el colegio, ni siquiera eso. Varios se alcoholizaron después, cuando salimos del colegio. Que yo sepa, Guillermo no.
¿Qué le puedo contar? La verdad es que éramos muy juiciosos, Dios mío. Cuando veo los problemas de droga y cómo nunca fue mixto, no tuvimos problemas de muchachas. De golpe uno sabía que Guillermo tenía una novia, pero no sé ni quién era. A mí me gustaba una muchacha del Gimnasio Femenino, nos veíamos el domingo para ir a cine. Hoy en día, apenas se ennovian se acuestan. Desde que usted me llamó, yo le echo cabeza y cabeza. Yo ... hasta inventar algo. Como le dije a mi amigo: Hernán, inventemos algo, que él hubiera sido el jefe de una revolución o el capitán del equipo. ¿Qué inventar? Yo no sé qué inventar. Era uno del grupo. En el que nadie destacaba. Éramos muy parejos. Si uno dijera: había un genio, el mejor de la clase. A veces alguno sacaba mejores notas, pero no. Cambia la vida, ¿cierto? Todo cambia en la vida.
En el mismo internado donde yo estaba, el vicio: fumar. Otro factor común era que nadie tenía plata, a pesar de que se suponía que éramos los hijos de los ricos. Me mandaban de la casa unos poquitos pesos, para ir a cine el domingo, que nos dejaban salir, y para comparar cigarrillos, que costaban 10 centavos o algo así. Había un Palace ahí cerquita y nadie tenía plata. Una vez entró el hijo del embajador de los Estados Unidos, no me acuerdo. Era notorio: mandaban un carro por él.
Casi todos llevábamos la ropa de los hermanos volteada. Usted no sabe qué eso. A usted no le tocó eso. El vestido del hermano mayor. A uno no le preocupaba. Era otra la vida, ¿no? En el colegio había gente muy, muy rica. No es ahora que sacan billetes y billetes a usted y vaya mijo se come la novia en Cartagena, en Miami.
Eran cuatro hermanos Cano: Luis Gabriel, Guillermo, Alfonso y Fidel, que murió muy joven. No había mujeres. En un momento dado estuvieron los cuatro al tiempo. Era muy amigo don Gabriel, el papá de ellos, de don Agustín Nieto, el decano del Gimnasio. Y hasta parientes, no recuerdo. (Le puede interesar: El legado familiar de El Espectador).
Dice que Guillermo era así, como está en la foto, con gafas, igualito. Y o supe por ahí que él, que era director o subdirector, y llegó una rejoneadora, Conchita Citrón, que moría por ella. Le sacaba fotos. Y o no sé si le daba la mano, le daba la hora. No sé si estuvieran de novios. Oímos decir a unos que Guillermo Cano estaba con Conchita Citrón. Supe que se casó con la española, Ana María Busquets. A ella la invitamos a los 50 años o algo así, a un almuerzo de exalumnos. Ana María Busquets. Conchita Citrón. En El Espectador, con todo el poder que tiene el director de un periódico, él seguía siendo muy sencillo, uno no lo veía mucho figurar. Muy amigo de los de El Tiempo, los Santos. Era escribir, que escribía muy bien.
Siguió siendo director, escribía el editorial. Y eso le costó la muerte. Que lo asesinaran.
Creo que no estaba ni en Bogotá. Creo que no fui ni al entierro. En esa época, estaba fuera del país. Me enteré por el periódico, y no ese día sino días después. No le puedo decir ni siquiera que estuve en el entierro.
Siento mucho, ¿no? Hubiera querido decir algo especial. Nada. Ninguno de la clase. Nada, nada.
*Este texto es producto de una entrevista que hizo Juan David Torres en 2011, por motivo de los 25 años del asesinato de Guillermo Cano y la publicación del libro "Tinta indeleble".
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