la historia que nunca nos contaron
Las fallas reportadas en el avión HK 1803 son similares a las que a lo largo de 25 años causaron explosiones en aeronaves de la misma familia Boeing. La empresa pagó una multa en Estados Unidos de US$12 millones por su lentitud para corregirlas.
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Thaksin Shinawatra, ex primer ministro de Tailandia. La explosión de un avión en 2001 se atribuyó a un atentado en su contra.
/Ilustración: Fernando Carranza
haksin Shinawatra es uno de los hombres más ricos del mundo. Es tailandés y, de acuerdo con la revista Forbes, su fortuna asciende a US$1.600 millones. Entre su larga lista de negocios hay uno con el que ganó popularidad: la compra del equipo de fútbol inglés Manchester City. En 2007 pagó 121 millones de euros. Después de ser primer ministro de su país y exiliarse tras un golpe de Estado, fue acusado de corrupción, nepotismo y lavado de dinero.
A Shinawatra, ciertamente, no lo aprecian mucho en Tailandia. Por eso no fue tan descabellado plantear que la explosión del Boeing 737 en la pista del aeropuerto de Bangkok, capital de Tailandia, ocurrida en marzo de 2001, era un atentado contra su vida. Su nombre apareció en la lista de pasajeros. Para su fortuna y la de otras 148 personas, el avión estalló minutos antes del abordaje. La aeronave, operada por la empresa Thai Airways, quedó destruida. Murió un viajero y siete más resultaron heridos.
Como sucedió el 27 de noviembre de 1989 en Colombia, la primera teoría que surgió fue la de un atentado terrorista contra un político. “La explosión que destruyó un avión el fin de semana fue causada por una bomba que incluye sofisticados explosivos plásticos. Puede haber sido C4. Fueron terroristas”, manifestó un día después el ministro de Defensa de Tailandia. “Si los motores no se habían encendido, es imposible que la explosión haya sido causada por mal funcionamiento interno”, replicó el vicepresidente de la aerolínea.
A diferencia del vuelo de Avianca, el de Tailandia tenía una ventaja, al menos para los investigadores: ocurrió en tierra. Se partió por la mitad y sus alas se incendiaron, pero sus partes no quedaron desperdigadas a lo largo y ancho de varios kilómetros. Aunque los tailandeses quedaron convencidos del complot terrorista, las pruebas demostraron otra cosa. Los delegados de la Comisión Nacional de Seguridad de Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés) realizaron un riguroso análisis de las piezas del avión y, para sorpresa de todos, la teoría de la bomba se cayó a pedazos. Veinte días después dieron a conocer sus primeras impresiones. “No hay pruebas de una bomba a bordo de la aeronave”, aclaró uno de los investigadores al diario inglés The Financial Times.
Después de mes y medio de análisis, el envío de pruebas a los laboratorios del FBI y reuniones con especialistas, el Gobierno rectificó su posición y aclaró lo sucedido: “El FBI no encontró pruebas de explosivos en las muestras evaluadas. Fue encontrada la evidencia que causó la explosión en el tanque del ala”. Como se trataba de un vuelo de corta duración, el tanque que estalló estaba medio lleno. Al parecer, la bomba de gasolina del tanque derecho quedó encendida toda la noche y se recalentó. En su interior se acumularon gases de combustible que alcanzaron altas temperaturas. Una pequeña chispa inició el desastre con dos explosiones consecutivas.
Las cámaras del aeropuerto captaron la explosión del avión de la empresa Thai Airways en 2001. / Informe de NTSB
Las similitudes del caso del Boeing 737 de Tailandia con el del 727 de Avianca en Colombia saltan a la vista. Dos explosiones en un corto período e interrupción inmediata de la grabación en la caja negra. Paranoia asociada a un ataque terrorista contra un político. Inexistencia de pruebas de explosivos.
Antes del accidente de Tailandia, las autoridades internacionales de aviación habían criticado a Boeing por el diseño de sus tanques de gasolina y señalaron la ausencia de un sistema de refrigeración. A lo largo del último cuarto de siglo, la NTSB investigó otros tres incidentes similares en los que aviones Boeing explotaron repentinamente. Ninguno resultó ser por terrorismo. Todos causaron preocupación en la agencia por fallas asociadas a los sistemas de suministro de combustible en la familia de aviones 727 y 737.
El 11 de mayo de 1990, tan sólo seis meses después del accidente de Avianca, un Boeing 737 de Aerolíneas Filipinas explotó mientras era remolcado hacia una pista. De 120 personas a bordo, ocho murieron y 30 resultaron gravemente heridas. La investigación estableció que el incidente comenzó con una explosión del tanque central seguida de dos más en los tanques de las alas. El detonante pudo ser un daño en el sensor del tanque o en los cables.
Vuelo TWA 800, un caso gemelo
Otro accidente que revela un sorprendente paralelismo con la explosión del HK 1803 de Avianca ocurrió el 17 de julio de 1996. A las 8:30 de la noche, doce minutos después de su despegue en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, cuando volaba a una altitud de 13.000 pies, un avión de Trans World Airlines con destino al aeropuerto Charles de Gaulle en París estalló causando la muerte a 230 personas. Una vez más las especulaciones sobre un atentado terrorista inundaron las noticias. Incluso, testigos visuales plantearon que un misil había impactado la aeronave.
La investigación del vuelo TWA 800, promovida por varias agencias del gobierno de Estados Unidos, fue asombrosa. Durante 10 meses recogieron piezas dispersas en el mar en un radio de casi siete kilómetros. Un año después del accidente habían recuperado el 95 % de la aeronave, lo que les permitió rearmarla en un hangar. Todas las piezas asociadas a un posible impacto por explosivos fueron analizadas en varios laboratorios. Se realizaron reconstrucciones en dos y tres dimensiones de la nave, estudios de trayectoria, cientos de simulaciones por computador, y se recrearon explosiones reales en tanques de combustibles de este tipo de aviones. El análisis fue tan exhaustivo que incluyó opiniones de expertos en meteoritos y descartó hipótesis sobre posibles interferencias de dispositivos electrónicos personales.
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Las semejanzas entre la explosión del vuelo 800 de Trans World Airlines en Nueva York y el 203 de Avianca son sorprendentes.
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Al igual que en el avión de Avianca, la primera explosión interrumpió el funcionamiento de la caja negra. Pero en este caso, la grabación fue sometida a un análisis del espectro sonoro. Así descubrieron que en los últimos tres o cuatro milisegundos quedaron grabados algunos sonidos, pero no el de fondo generado por el sistema eléctrico indicando un problema asociado. Se creó una comisión para analizar las declaraciones de los testigos. Como la percepción y la memoria de los seres humanos es volátil, la comisión estudió diferencias y similitudes entre los relatos. Concluyeron que una tercera parte de los testigos reportó haber visto primero una llamarada en el cielo y luego un ligero ascenso de la nave antes de convertirse en una bola de fuego. Tres piezas resultaron positivas para explosivos. Los investigadores profundizaron esa pista y descubrieron que, un mes antes del accidente, el avión había servido para un entrenamiento con perros antiexplosivos en el aeropuerto de St. Louis, Missouri.
Los investigadores del vuelo TWA 800 que explotó al despegar de Nueva York crearon modelos para entender cómo se dispersaron las piezas del avión en el mar. Luego de recuperarlas reconstruyeron casi por completo el avión en un hangar.
En contraste, en el caso del avión de Avianca hubo todo tipo de descuidos en la recolección de las piezas. En videos que se conservan en los archivos de Caracol Televisión se observa la presencia de personal armado en contacto directo con restos de la aeronave. Además, como lo destacó Fred Whitehurst —el experto en química que destapó el escándalo del FBI— se ve al exagente del FBI Richard Hahn portando guantes de cuero. “Los guantes de cuero son una mala idea. Pueden retener contaminantes de explosivos y no son aptos. Lo indicado son guantes de látex”, apuntó Whitehurst. “La pregunta es si Hahn tocó evidencias con esos guantes y si estaban contaminados. Sólo un análisis químico lo podía aclarar. Buenos videos pero mala investigación de la escena del crimen”, comentó.
El reporte final del vuelo 800 TWA tiene 341 páginas. El de la Aerocivil sobre el 203 de Avianca apenas llega a 44. El informe sobre el avión estadounidense fue publicado en agosto del 2000, cuatro años después del suceso, y descartó la presencia de explosivos. Concluyó que la más probable causa del accidente fue una explosión originada en el tanque central de combustible, desencadenada por un cortocircuito, posiblemente de un cable eléctrico. Una investigación posterior del Congreso de Estados Unidos, a raíz de la polémica que envolvió el caso, reveló que el FBI insistió en que se concluyera la existencia de una bomba e incluso se presionó a investigadores para que concordaran las versiones. Uno de los funcionarios que persistió en la tesis de la bomba fue Richard Hahn, quien se desvinculó del FBI apenas en el año 1999.
Las semejanzas entre la explosión del vuelo 800 de Trans World Airlines y el 203 de Avianca son sorprendentes. Ambas ocurrieron minutos después del despegue y a una altura de vuelo similar. El despegue se retrasó casi una hora por la notificación de una maleta posiblemente abandonada por un pasajero, aunque luego se confirmó que iba a bordo. En ambos casos, la grabación de la caja negra se interrumpió en el primer instante del accidente. Se detectaron rastros de explosivos. En el caso de Avianca, en una pieza; en el del vuelo TWA 800, en tres, pero en este último se demostró que fue producto de contaminación. En ninguno de los dos casos se detectaron explosivos en las sillas o en los cuerpos de los pasajeros ubicados en los posibles sitios de la detonación. Tanto en uno como en otro, partes del tanque central de gasolina se identificaron entre los primeros restos que se desprendieron de los aviones al inicio de la explosión.
El último accidente de la serie de eventos asociados a tanques y bombas de gasolina ocurrió el 5 de mayo de 2006. Ese día un Boeing 727 operado por Transmile Airlines explotó repentinamente en el aeropuerto de Bangalore en India. En esta ocasión, la NTSB y la FAA ya conocían el prontuario de fallas en el sistema de combustible de este modelo de aviones y pidieron a sus equipos de investigación revisar con prioridad ese antecedente. La reconstrucción de lo sucedido condujo a la misma conclusión: una explosión por acumulación de vapores en el tanque de gasolina de una de las alas, desencadenada por un cable dañado entre la bomba de gasolina y el tanque del combustible. Esta vez el lugar exacto donde se originó el cortocircuito fue detectado y fotografiado. La FAA terminó multando a la Boeing con US$12 millones por su lenta reacción para corregir estas fallas en sus aviones.
La lista de accidentes asociados a los tanques y bombas de gasolina quizás sea mayor, pero, como ocurrió en Colombia, no fueron debidamente investigados. En esa lista se incluye uno de la aerolínea Southern Air Transport en 1967, en Taiwán, y tres más en aviones de China Airlines, Silk Air y Bhoja Air, en Pakistán. El documento de la Boeing, clasificado como D6-40359, ya había detectado en 1971 problemas asociados al aislamiento de cables y los circuit breakers. Además, a lo largo de los años se identificaron fallas en tanques de gasolina en decenas de aeronaves en el mundo, antes de que ocurrieran accidentes. Estos hallazgos condujeron a la Administración Federal de Aviación a emitir cerca de 40 regulaciones para la revisión de las bombas y los tanques de combustible, su reemplazo, inspección de los sensores y cambios en los procedimientos de operación para evitar el funcionamiento en seco de las bombas. Recientemente se dispuso la inyección de nitrógeno en los tanques, técnica copiada de la aviación militar para prevenir explosiones. Hoy, este sistema de nitrógeno es exigido en todos los aviones 727-100, de la misma familia del avión de Avianca, que vuelan en Estados Unidos.
Avianca 203