SUS LUCHAS Y PASIONES / libertad de prensa
Este fue el primer editorial de El Independiente
El lunes 20 de febrero 1956 circuló este artículo cuando el país estaba en estado de sitio y la prensa bajo censura.
El primer editorial que publicó El Independiente.
Este periódico
Aparece este periódico en circunstancias que nos obligan, muy a nuestro pesar, a compartir la responsabilidad de nuestra tarea, al menos en sus omisiones, con el gobierno nacional. No es necesario recordar al lector que el país está en estado de sitio y la prensa –esta hoja y otra en Colombia-, bajo censura previa.
Este periódico no puede escoger libremente su conducta, pero no solo por sus restricciones oficiales que muchas veces no la dejarán ver tan clara y precisa como fuera nuestro deseo. Sino porque ella está trazada inflexiblemente por la tradición de la casa donde se edita, por ser el temporal sucesor, no el sustituto, de un diario cuyas primeras páginas se escribieron bajo el imperativo de una doctrina política y de una conformación moral que subsistieron integras, hasta las últimas.
Porque obedece a la necesidad más grande y urgente de nuestro tiempo, que no es otra que la de interpretar, canalizar o, inclusive, crear una opinión pública que reclame serena y severamente su derecho a conocer los derechos de la república, a dirigir los negocios comunes de acuerdo con los deseos del pueblo, a la gerencia democrática del patrimonio colectivo de los colombianos. Porque, además, sus directores tienen la convicción de que pueden prestar un servicio, por modesta que sea, buscando el entendimiento entre todos los compatriotas cuyo distanciamiento irrazonable fue en gran parte el motivo o sirvió de pretexto para que las instituciones jurídicas, que hicieron a Colombia grande entre las jóvenes naciones de esta parte del mundo, hubieran entrado en un largo receso.
No está este periódico al servicio de ningún partido político ni de las consignas especiales que promuevan legítimamente las directivas organizadas de nuestras colectividades históricas. Entiende que su misión, por fuera de las circunstancias transitorias, es la de encontrar y promover en ambas el acuerdo que esencialmente existe entre ellas para que haya en Colombia un país organizado bajo los principios liberales, democráticos y republicanos que tuvieron épocas de brillante predominio en gobiernos liberales y conservadores y que campean en las plataformas doctrinarias de los dos grandes afluentes de la tradición colombiana.
La vocación nacional fue, desde los primeros momentos de autonomía, y apenas hubo oportunidad de fijarla libremente, la de hacer una república de leyes, y la de extenderá todos los nuevos ciudadanos una eficaz participación en el gobierno de la comunidad y en el control de los negocios colectivos. Las grandes mareas de nuestra vida pública se detuvieron con respeto ante las formas esenciales del Estado que se crearon con espontánea y unánime decisión en los primeros congresos de la Gran Colombia. Y esas formas eran conclusiones prácticas del pensamiento liberal contemporáneo que con el correr de los tiempos a veces correspondió defender contra excesos y convulsiones a quienes, por esa misma razón, se llamaron con propiedad, conservadores de las ideas que dieron en la nueva nación su primera fisionomía.
No hubo en ningún momento la tentación de alterar la esencia filosófica de nuestra asociación original. Los atentados que ocurrieron contra la libertad de las personas, contra la independencia y juego armónico pero separado de los poderes públicos, contra los derechos del individuo como miembro de la comunidad, fueron actos impulsivos de gobernantes o partidos que se ocultaron bajo las apariencias de la legalidad tradicional. Y la restauración de la república sobre las bases antiguas fue, una y otra vez, la empresa de coaliciones políticas que demostraron cómo los colombianos tenían un concepto clarísimo del tipo de nación que ambicionaban para ellos y para sus sucesores. Como se ha repetido tanto, en relación con las instituciones democráticas, los colombianos, y los americanos en general hemos sido pecadores, pero no herejes.
Creemos con fervorosa fe en esa tradición de la patria, y no entendemos que no pueda prolongarse y renovarse en los graves momentos presentes. En la medida de nuestras fuerzas y con la capacidad que se nos permita, utilizando todos los recursos que consideremos legítimos y apropiados para nuestra tarea, habremos de invitar a nuestros conciudadanos, cualquiera que sea s partido, a trabajar en esa empresa de restauración de la mejor y más antigua convicción nacional sobre la organización de la república.
01
02
03
04
05
04