SUS LUCHAS Y PASIONES / libreta de apuntes
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Todo nos llega tarde
Libreta de Apuntes, 30 de noviembre de 1986
E
s aceptado que a Colombia todo nos llega tarde, hasta la moda. Lo que en otros países se ensayó hace mucho tiempo, lo copiamos cuando ya está comprobado su fracaso. O cuando el éxito transitorio ha perdido su impulso y surgen nuevos métodos y nuevos sistemas en el comportamiento de la sociedad.
Cuando otros ya van de regreso nosotros apenas comenzamos el viaje de ida. Tal es lo que sucede hoy cuando los movimientos subversivos resuelven aplicar los métodos del terrorismo destructor de la riqueza como sistema de lucha para alcanzar el poder. Hoy estamos en la cresta de la ola de los atentados dinamiteros contra oleoductos y dragas para la explotación minera cuando ese ensayo mostró ser contraproducente para los movimientos subversivos en otros países que lo ensayaron y fracasaron.
Destruir los sistemas de producción de riqueza de un país no perjudica solamente a las víctimas de los actos dinamiteros sino que causa daño y lesión enorme al pueblo en general. La cadena radial Caracol tuvo el acierto, en una cuña que ha venido transmitiendo con insistencia laudable, en alertar a la opinión pública sobre hechos elementales y demostrables como los que la destrucción de parte de los oleoductos colombianos significa millones y millones de pesos de pérdida para los departamentos y municipios que tienen en las regalías del petróleo producido su más sólida fuente de ingresos para poder realizar las obras de bien común, servicios públicos, carreteras, puesto de salud, hospitales, escuelas, etcétera.
Además, el petróleo es altamente contaminante del medio ambiente y se han comprobado los desastres ecológicos producidos por los actos terroristas de los subversivos. La pesca, los cultivos de pancoger, la subsistencia misma de campesinos, agricultores y pescadores sufren el daño de manera directa cada vez que dinamitan un oleoducto.
Al volar la draga de la Asociación de Mineros de Antioquia, de inmediato quedaron sin trabajo varios centenares de colombianos dedicados a las tareas de la minería en la región de El Bagre, en Antioquia. ¿Cuántos colombianos se han quedado sin salario ni comida por la escalada dinamitera de los subversivos? Son muchísimos, no debe haber duda al respecto. ¿Esas gentes afectadas entenderán, en la situación en que han quedado, que quienes se dicen sus defensores y sus protectores sean los causantes de su miseria y de su hambre? Los estrategas de la subversión han descartado, por los efectos contraproducentes que han tenido, estos sistemas de lucha entre otras razones, fuera de la indignación que estos actos generan, porque si llegaran a alcanzar el poder encontrarían un país de tierra arrasada por su propia mano que los dejaría en una verdadera encrucijada sin salida.
Creen causar daño —y sin duda lo causan—a lo que ellos denominan el abominable capitalismo. Pero el que recibe el mayor daño no es en realidad el capitalismo, o las multinacionales o una empresa nacional como Ecopetrol, o la industria privada como los Mineros de Antioquia asociados, sino el pueblo todo, sin distingos de clases sociales.
Arauquita es un municipio que gracias al petróleo descubierto en sus alrededores está progresando porque recibe un dos por ciento de las regalías de los pozos de su área. Y Arauca progresa porque también recibe un porcentaje importante de regalías. Y Colombia toda se beneficia de la producción petrolera cuyo sesenta por ciento es de su propiedad. Esto lo está diciendo Caracol, con claridad meridiana, en su campaña en buena hora emprendida para señalarle a los colombianos a qué punto de irresponsabilidad han llegado los subversivos de este país recurriendo a métodos que otros movimientos similares hace tiempo descartaron de su estrategia por contraproducentes para ellos mismos y que les crearon una incontenible ola de repudio entre el pueblo, cuya reivindicación mentirosamente dicen estar defendiendo.
El aeropuerto Olaya Herrera
Nuestros colegas de El Mundo nos dedicaron dos columnas completas de su periódico en la página editorial al comentar la Libreta de Apuntes del domingo pasado. Dentro de ese espacio reprodujeron unos apartes de un comentario editorial de El Espectador de tiempo atrás, en que dábamos cono hecho irreversible la terminación del aeropuerto José María Córdova y la destinación de los terrenos del antiguo terminal Olaya Herrera a un parque. No tenemos por qué negar que lo que reproduce El Mundo es lo que en su momento se publicó.
Pero sucede que luego de la apertura inaugural del José María Córdova y del posterior traslado del tráfico regional de Antioquia al moderno terminal, los hechos que son tozudos, han demostrado que fue un error garrafal no haber meditado dos veces más una decisión que hoy por hoy es antitécnica, antieconómica y si se nos apremia antihumana, porque se obliga a los usuarios de los servicios aéreos de los municipios antioqueños, del Chocó y de otras zonas cercanas a Medellín a pagar un altísimo sobrecosto y a una inmensa pérdida de tiempo en el trasporte terrestre entre el aeropuerto de Rionegro y la capital antioqueña. Es incontrovertible que un usuario que destina quince minutos de vuelo entre su pueblo y Medellín o viceversa debe invertir entre tres cuartos y una hora y media para bajar de la alta montaña al Valle de Aburrá y que si el costo del pasaje aéreo es de mil quinientos o dos mil pesos, el trasporte terrestre le cuesta entre mil y tres mil pesos.
Debe, pues, hacerse un replanteamiento. Cuando se tomó la decisión original de trasladar el tráfico regional a Rionegro no hubo consulta popular ninguna. Se firmaron los decretos o resoluciones y punto.
Después le fueron apareciendo las patas al cojo. De carácter técnico, de carácter económico, de carácter social. Rectificar cuando es claro el error, no es una inconsecuencia sino un acto valeroso. La terquedad jamás ha sido una buena consejera ni insistir en los errores ha resuelto los problemas. Es más: la fórmula intermedia del aeroparque adquiere, ante los nuevos hechos que han originado la urgencia de invertir el tráfico regional aéreo al terminal Olaya Herrera, particular importancia y conveniencia.
Porque como lo dijimos el domingo pasado, quedará una amplia área para construir el parque que piden los defensores del mismo y mantener abierto el aeroparque al tráfico regional. Se complementan como en otras ciudades del mundo, parque y aeropuerto. Y el tesoro municipal, que bastantes angustias pasa en los actuales momentos, recibirá cuantiosos ingresos tanto por el nuevo flujo de usuarios que le llegará al regresar el tráfico regional, como por el uso y abuso gratuito de las pistas del que se benefician cierta cantidad de personas que mantienen en actividad sus avionetas y helicópteros, unas con limpias olas de vuelo y otras con fines de muy dudosa ortografía. Eso lo saben los antioqueños y lo saben en Medellín y, desde luego, los amigos de El Mundo.
El cuanto a la consulta, plebiscito, referéndum o lo que sea que propone nuestro colega, valdría la pena saber cómo se haría esa consulta, qué áreas de población cubriría, qué alcance geográfico tendría. Hemos leído en el periódico antioqueño pronunciamientos diversos al respecto. Existe ya una encuesta seria que favorece por inmensa mayoría la rectificación de la controvertida medida. Nosotros no tenemos ningún interés diferente al de favorecer a un amplio núcleo de antioqueños que se sienten afectados por una decisión que, en nuestro modo de ver, los ha afectado injustamente. E insistimos en que rectificar, cuando hay error manifiesto, no es inconsecuencia sino sensatez.