SUS LUCHAS Y PASIONES / libreta de apuntes
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Libreta de Apuntes, 14 de diciembre de 1986
Entre el pesimismo, el realismo y el optimismo
U
sted, amable lector, como yo, concurre con alguna periodicidad a reuniones de diversa índole, donde por lo general se tratan los problemas políticos, económicos y sociales del país. Y usted, como nosotros, le tomamos el pulso a la opinión de los diferentes sectores que en esas conversaciones no comprometidas, donde se habla de manera espontánea, sin el temor a que le jalen las orejas a los gobernantes, los gremios, los obreros, los terroristas y los narcotraficantes, sale a flote parte de la verdad verdadera de los que la gente importante, la gente independiente, la gente común piensa sobre la situación al aproximarse el fin del año 1986 de la era cristiana.
No es de extrañar que en eses diálogos espontáneos brote el pesimismo y aflore el optimismo y se haga presente el realismo. Son encuestas de opinión pública que no cuestan ni un centavo, ni exigen complicadísimos sistemas de computación, de aproximación, de lo que los técnicos llaman proyecciones. Se saca, simplemente, conclusiones con absoluta facilidad, entre otras razones porque nadie está constreñido ni limitado por las preguntas que exigen respuestas complicadas sino que se dice lo que se piensa sin reservas ni acomodos.
Hay conclusiones clarísimas que sacamos de estas conversaciones con gentes de tan diferentes estratos sociales, políticos y económicos. Por ejemplo el pesimismo marcha de brazo con las noticias que se relacionan con las actividades subversivas que se multiplicaron durante los últimos meses del año. La escalada dinamitera contra los oleoductos, la voladura de las dragas mineras, los actos terroristas en los campos y en las ciudades, los asesinatos de magistrados y de jueces, de altos jueces militares, los ataques a los puestos de policía con armas sofisticadas y modernas, inclusive superiores a las de nuestras propias fuerzas armadas. Todo esto refuerza el pesimismo, el lado negro del panorama nacional. Y es obvio que así sea, porque la situación está llegando a extremos inauditos, sin que se vislumbre un inmediato proceso de desactivación de la violencia. Pero aun en ese campo, la perspectiva de los planes de rehabilitación que se propone desarrollar el Gobierno significan un paso de avance hacia un moderado optimismo.
O mejor acercase más al realismo. El país está urgido de invertir en programas de desarrollo en aquellas regiones donde la subversión ha encontrado campo abonado a sus acciones desestabilizadoras. El plan de agua potable, la apertura de carreteras y caminos vecinales, el mejoramiento de las actuales vías de comunicación, los puestos de salud, el refuerzo en las áreas de educación, son proyectos que exigen que se los acometa de inmediato para activar con ellos gran parte de la inconformidad que en alguna manera sirve de punto de apoyo a la subversión en sus proyectos de implantar una sangrienta revolución que hundiría a Colombia en los abismos de la más insensata represión.
Con los pies en el suelo
En esas conversaciones surge también la certeza de que los colombianos, en su inmensa mayoría, tenemos los pies muy bien puestos sobre la realidad. Hemos demostrado el talante democrático en elecciones libérrimas donde todos los partidos o grupos que se sometieron a las decisiones de las urnas, acataron lo que en ellas se dijo. Las elecciones de marzo y de mayo, aun con el fenómeno de la abstención que es una constante que desgraciadamente no hemos podido descifrar del todo, permitieron una alta expresión popular. Eso demuestra que nos gusta más elegir que tolerar la dictadura unipersonal o de grupo.
Sin embargo, en materia política, es evidente que el realismo conduce a las gentes a manifestar su inconformidad y aun su desconcierto sobre la manera como marcha el Gobierno desde el 7 de agosto a estas vísperas de Navidad y Año Nuevo. El realismo se siente y se palpa en la expresión de la gente de la que venimos hablando la cual no traga entero ni la exagerada ostentación de que todo el andamiaje del Estado funciona como un máquina relojera, ni traga a entero tampoco que todo esté mal, redomadamente mal como lo pregonan los gabinetes en la sombra de una oposición que no encuentra el camino reflexivo de que tanta alharaca se hizo cuando rompió amarras y decidió navegar en aguas tormentosas.
El realismo se sustenta en que hasta el momento, el esquema Gobierno-Oposición, o el esquema partido de gobierno y partido de oposición no funciona. Por más que se diga lo contrario. O que se sostenga qué es lo mejor para el país y que lo que hace falta es acomodarnos a convivir con el esquema. Sucede que en la práctica real ni el partido del gobierno ni el partido de oposición estaban preparados para el esquema Gobierno-Oposición. Y que habrá que recorrer mucho trecho antes de que uno y otro partido comprendan la magnitud y complejidad del sistema que se ha escogido.
Los que tienen puestos sus pies muy firmes en la realidad del país entienden que el Año Nuevo necesariamente tiene que servir para que la clase dirigente asuma de verdad sus responsabilidades que hasta ahora ha venido eludiendo con sutilezas y subterfugios que sólo han servido para enredar muchas cosas. El presidente Barco ha sido reiterativo, y ha dado buenos ejemplos de que está muy empeñado en ello, de fortalecer al máximo las instituciones democráticas, respetando la independencia de los poderes dentro de ellos la independencia de sus más calificados exponentes. Eso es bueno. Pero no es bueno que a esa voluntad del más alto empleado del Ejecutivo, se responda con torpedos que interfieren la independencia de los poderes institucionales. No conviene al Legislativo enredarse en la comedia de las equivocaciones, ni al poder judicial que se le vaya la lengua a sus altos magistrados en asuntos de tanta delicadeza como el narcotráfico. Ni a los ministros del gabinete poner en bandeja de plata en manjar de los errores pueriles a una oposición voraz a la caza de que se la alimente y se la estimule.
Por ahí andan diciendo, porque somos realistas, que este periódico está en la oposición. Tanta veces lo han dicho que ya nadie cree que eso sea cierto. Lo que sucede con este periódico es que no puede dejar de ver la viga en los ojos de sus propios copartidarios por ver la paja en la de sus contradictores. Decimos la verdad, como la entendemos, y creemos de esta manera servir mejor a los intereses del presidente liberal de todos los colombianos, que callando los defectos, errores u omisiones de sus colaboradores o de sus opositores.
El optimismo razonable
El otro aspecto notable que se desprende de las charlas con las gentes del común, es que este año termina con una reactivación económica que ya se notaba desde fines del pasado y principios del 86. El año es bueno para la producción colombiana. La mayoría de las empresas importantes han mejorado su situación y no sólo se han recuperado de sus propios errores y de los efectos de una prolongada recesión mundial, sino que presentaran balances que alimentan un optimismo razonable hacia el año que comienza dentro de pocas semanas.
El caso de los textiles es notable. Algunos lo atribuyen en cierta medida, a la nueva moda In de la mujer que utiliza tanto en Colombia como fuera de nuestras fronteras gran cantidad de telas, de todo estilo y color. Pero también es el resultado de un manejo mucho más responsable de la misma industria, de medidas del anterior gobierno que permitieron salvar al moribundo. En todo caso la reactivación textilera es casi milagrosa. Y en Antioquia se ha constituido en factor determinante de una recuperación económica que, en cierto modo, le ha devuelto la confianza al gran pueblo antioqueño en su propio esfuerzo y en sus propias realizaciones, descontaminándose de la corrupción que en los últimos tiempos afectaba tan gravemente a esa región modelo de nuestra patria. Nos alegramos de que esto sea así, de que en Medellín ya se vuelva a hablar con orgullo del negocio limpio que da rendimientos equitativos, que emplea mano de obra, que crea riqueza propia y se hable menos de Los Magníficos que todo lo que tocan se vuelve sangre y oro corrompido.
Al igual que los textiles otras empresas industriales arrojan resultados óptimos. Esto debe traducirse el año entrante, si no estamos desenfocados, en alivio al desempleo, en ampliaciones de fábricas con inversiones de capital, un buen ejemplo para que otras gentes decidan abrir nuevo horizontes industriales. Es un optimismo razonable el que se advierte en el fin de año.
Acaso el sector que aún sigue deprimido es el agrícola. Y es un factor negativo. Que tiene en su contra: el presidente Barco es un hombre que conoce el problema agrícola y podemos esperar que sea el año de 1987, el año de la gran revolución verde.